miércoles, 16 de mayo de 2007

BILL

Bill White. Así se llama el mejor profesor de idiomas que he tenido. Sin duda y, como dirían los ingleses, "by far". Fue mi profesor de francés en West Virginia. Empecé a estudiar francés en el instituto, y tomé clases durante 2 ó 3 años (era como una optativa, y los que hacíamos francés nos quedábamos 2 días a la semana una horita más que los demás, es decir, que de 14 a 15, en vez de estar en casa comiendo como la mayoría de nuestros compañeros de clase, unos pocos "perdidos" nos quedábamos a recibir una clase más). Después me fui un verano a Alemania y me enamoré del alemán, así que le fui infiel al francés y cambié de idioma durante los 3 años siguientes. Al año siguiente me fui de erasmus a Dublin y lo intenté con el gaélico, pero sólo pude ir a la primera clase :( Y retomé el francés en una de esas temporadas de la vida en las que parece que se te multiplica la energía y eres capaz de hacer 24 millones de cosas en un día de sólo 24 horas.
Él era americano pero había estado casado unos años con una francesa, y durante ese tiempo había vivido en París. Destaco dos cosas de sus clases (quizá es importante comentar también que era una de esas personas con carisma, de esa gente que empatiza con tod@s):
la primera, la sencillez pero a la vez eficacia de las actividades que preparaba. Siempre repartiendo papeles diminutos (además, ecologista!) con frases, preguntas, pequeños textos... para pensar individualmente, comentar por parejas o discutir en grupos. Lo curioso es que, aun no sé cómo, pero siempre conseguía que lo que proponía resultara asombrosamente interesante. Conseguía que hablaras porque no podías estar callad@ ante sus propuestas.
La segunda, su forma de "meter caña" a los alumnos. Chavales americanos de 20 años con valores un tanto... dudosos???... (y, por favor, no soy nadie para hacer juicios de valor) a los que quería abrir la mente. Abrir la mente hacia igualdad de género, hacia otros países y mundos (no olvidemos que a veces los americanos no tienen muy claro donde está Europa o qué significa "the rest of the world"), hacia la importancia de saber, de viajar, de compartir o de soñar. Y todo esto lo hacía cada día en 50 minutos de la forma más sutil y admirable que he visto en un profesor. Sin obligar, sin imponer y sin juzgar. Sólo sugiriendo.

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