lunes, 11 de junio de 2007

AULAS...


Es curioso, pero como estudiante no recuerdo un aula específica que facilitara el aprendizaje, así como tampoco recuerdo ninguna que lo dificultara. Tengo miles de recuerdos de profesores, compañeros de clase o actividades, pero no del aula en concreto. En cambio como profesora sí tengo bastante que decir de las aulas. Hace poco más de un año daba clases de español en Indiana, y durante el trimestre de primavera enseñaba en una universidad y en un "community college". Y ahí tuve los dos extremos: la clase errónea y la clase idónea. Una de mis clases en la universidad: 32 alumnos en una clase estrechísima y bastante oscura ya que estaba demasiado cerca del edificio de al lado. Como materiales con los que podía contar: un proyector de los años 70 (así a ojo, década arriba, década abajo :) y una pizarra de las de toda la vida, con tiza de esa que te llena la ropa y las manos, de las que hacen que una no pueda negar que es profesora. Si hay algo que caracteriza mis clases es el dinamismo y la diversidad de actividades con las que intento que mis alumnos practiquen la lengua hablada lo máximo posible. Así que pasan buena parte de las clases en grupos o parejas haciendo "role-plays", entrevistas, o cualquier cosa que se me ocurra. Yo mientras camino por la clase y les ayudo, hago comentarios, participo con ellos, o simplemente les escucho. Los problemas vienen cuando:
1) ¡NO PUEDES CAMINAR POR LA CLASE PORQUE NO CABES ENTRE LAS SILLAS! Así que una clase de español se convierte para mí en toda una suerte de malabarismos que me permitan avanzar entre ellos para poder llegar a cada grupo o pareja.
2) Siempre he creído que es importante que los grupos y las parejas varíen, así que acostumbro a numerar a mis alumnos y luego agruparlos (por ejemplo, si quiero hacer 7 grupos, todo el mundo se va numerando del 1 al 7 y luego cada uno se sienta con los compañeros que tienen el mismo número). Bueno, pues esto se convierte en una odisea cuando la gente ¡NO PUEDE SALIR DE SU SITIO SIN SUBIRSE ENCIMA DE LA SILLA Y PISAR ALGUN QUE OTRA CABEZA!
Desesperante... demasiados alumnos (no sé si os hacéis a la idea, pero 32 jóvenes hormonados y alocados de entre 18 y 20 años no son fáciles)
Una de mis clases en el "Community College": enoooorme, nueva, blanca (nunca me había parado a pensarlo, pero creo que las clases donde todo es blanco me inspiran organización, orden, quizá hasta buen trabajo), ordenador último modelo con enoooorme proyector, equipo de video y DVD, pizarra de las blanquitas con rotuladores de colores que además -a diferencia de los sitios donde enseño aquí en España, siempre pintaban :) - y... ahora viene lo mejor... ¡¡7 ALUMNOS!! Una gozada, vamos: actividades variadas, películas, cosas interesantes o útiles que yo podía haber encontrado en internet...
Así, mi recuerdo de los lunes, miércoles y viernes de aquel trimestre (en lo que a trabajo se refiere) consiste en algo gris, agobiante, estresante... una lucha, vamos (eran los días que enseñaba en la Universidad). Y los martes y jueves tienen sensación de limpieza y blanquito, de sencillez y de ganas de enseñar y aprender.
¡¡¡Qué cosas...!!!

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