Veamos... no, yo diría que no es importante el ambiente en clase y la relación con los compañeros. No es importante sino mucho más que eso, es de increíble relevancia. Supongo que todos estamos de acuerdo en que no hay nada mejor para aprender (una lengua o a cambiar una rueda, eso dá igual) que la motivación. De hecho, es la motivación al fin y al cabo la que mueve el mundo. Y qué mejor para motivar, que divertirse en clase, estar a gusto con tus compañeros, conseguir un ambiente tal que uno se llegue a olvidar de que está en clase. De hecho, creo que esto se aprecia especialmente en las clases de idiomas, ya que un buen ambiente ayuda a que la gente hable, participe, y busque las palabras en ese idioma que está aprendiendo para hacerse entender.
Hace poco más de un mes terminaron las clases con uno de los mejores grupos que he tenido: 14 mujeres, todas ellas trabajadoras de un hospital, y todas de mediana edad. En principio, un colectivo un tanto difícil por: venían a clase directamente del trabajo, a las 3´30 de la tarde, cansadas y con pocas ganas a asistir a una clase de 2 horas. Era un curso de "beginners" pero todas habían hecho ya inglés una o varias veces en su vida (= desigualdad en el nivel)(muuuucha desigualdad). Ninguna tenía tiempo de estudiar fuera de la clase y además digamos que no estaban en una edad que se defina como la más "receptiva" para aprender un idioma. ¿Y qué pasó? se crea un ambiente genial en la clase, una relación genial entre ellas y conmigo, y allí tenemos a 14 mujeres muertas de cansancio que se mueren de la risa en una clase de lo que hasta entonces había sido una de sus pesadillas y asignaturas pendientes, EL INGLÉS. Y emocionadas me cuentan que se dicen cositas en inglés cuando se ven por el hospital, o que en los emails que se mandan siempre añaden algo en inglés, o que las encanta algo que hasta entonces era una cruz. ¿Se puede pedir algo más como profesora? je, je, creo que no!
lunes, 11 de junio de 2007
AULAS...

Es curioso, pero como estudiante no recuerdo un aula específica que facilitara el aprendizaje, así como tampoco recuerdo ninguna que lo dificultara. Tengo miles de recuerdos de profesores, compañeros de clase o actividades, pero no del aula en concreto. En cambio como profesora sí tengo bastante que decir de las aulas. Hace poco más de un año daba clases de español en Indiana, y durante el trimestre de primavera enseñaba en una universidad y en un "community college". Y ahí tuve los dos extremos: la clase errónea y la clase idónea. Una de mis clases en la universidad: 32 alumnos en una clase estrechísima y bastante oscura ya que estaba demasiado cerca del edificio de al lado. Como materiales con los que podía contar: un proyector de los años 70 (así a ojo, década arriba, década abajo :) y una pizarra de las de toda la vida, con tiza de esa que te llena la ropa y las manos, de las que hacen que una no pueda negar que es profesora. Si hay algo que caracteriza mis clases es el dinamismo y la diversidad de actividades con las que intento que mis alumnos practiquen la lengua hablada lo máximo posible. Así que pasan buena parte de las clases en grupos o parejas haciendo "role-plays", entrevistas, o cualquier cosa que se me ocurra. Yo mientras camino por la clase y les ayudo, hago comentarios, participo con ellos, o simplemente les escucho. Los problemas vienen cuando:
1) ¡NO PUEDES CAMINAR POR LA CLASE PORQUE NO CABES ENTRE LAS SILLAS! Así que una clase de español se convierte para mí en toda una suerte de malabarismos que me permitan avanzar entre ellos para poder llegar a cada grupo o pareja.
2) Siempre he creído que es importante que los grupos y las parejas varíen, así que acostumbro a numerar a mis alumnos y luego agruparlos (por ejemplo, si quiero hacer 7 grupos, todo el mundo se va numerando del 1 al 7 y luego cada uno se sienta con los compañeros que tienen el mismo número). Bueno, pues esto se convierte en una odisea cuando la gente ¡NO PUEDE SALIR DE SU SITIO SIN SUBIRSE ENCIMA DE LA SILLA Y PISAR ALGUN QUE OTRA CABEZA!
Desesperante... demasiados alumnos (no sé si os hacéis a la idea, pero 32 jóvenes hormonados y alocados de entre 18 y 20 años no son fáciles)
Una de mis clases en el "Community College": enoooorme, nueva, blanca (nunca me había parado a pensarlo, pero creo que las clases donde todo es blanco me inspiran organización, orden, quizá hasta buen trabajo), ordenador último modelo con enoooorme proyector, equipo de video y DVD, pizarra de las blanquitas con rotuladores de colores que además -a diferencia de los sitios donde enseño aquí en España, siempre pintaban :) - y... ahora viene lo mejor... ¡¡7 ALUMNOS!! Una gozada, vamos: actividades variadas, películas, cosas interesantes o útiles que yo podía haber encontrado en internet...
Así, mi recuerdo de los lunes, miércoles y viernes de aquel trimestre (en lo que a trabajo se refiere) consiste en algo gris, agobiante, estresante... una lucha, vamos (eran los días que enseñaba en la Universidad). Y los martes y jueves tienen sensación de limpieza y blanquito, de sencillez y de ganas de enseñar y aprender.
¡¡¡Qué cosas...!!!
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